EL LEGADO DE ARTHUR FRIEDENREICH

Para que hoy veamos a Neymar dejar rivales por el suelo en el PSG, recordemos al gran Ronaldinho en plenitud a través de videos recopilatorios en YouTube y escuchemos hablar del histórico Brasil del 70 – que tenía a Pelé como figura-, un joven soñador tuvo que dejarse el alma en cada pelota para poder cumplir su sueño y abrirle las puertas a los futuros chicos de tez morena que aspiren a convertirse en futbolistas profesionales.

Arthur Friedenreich

Cuando Arthur Friedenreich nació, allá por 1892, en São Paulo, la esclavitud apenas estaba desapareciendo en América. Tres años antes de su llegada al mundo, su país abandonaba esa espantosa etapa y lentamente –muy- los negros iban teniendo más oportunidades. Aunque todo les costaba el doble, o el triple, según qué tan canalla sea la persona a la que se dirijan.

Al joven Arthur le fascinaba el fútbol. Con una pelota de trapo y una ilusión de oro, se inventaba jugadas en los suburbios de São Paulo, en donde se reunían las frustraciones y la escasez, pero también los sueños. Y es esto último lo que mantenía firme al morocho de padre alemán y madre brasileña.

En el club Germania, repleto de rubios teutones de clase alta, se le presentó la primera prueba de fuego: a su corta edad, tenía que enfrentar una brutal discriminación debido a su estatus social y color de piel. La poca indumentaria que tenía estaba rota y sucia, y sus compañeros se lo hacían saber constantemente, con miradas despectivas y murmullos.

A fines del siglo XIX y comienzos del XX, si ponías a una persona de tez morena y bajos recursos en un grupo de blancos adinerados, era casi seguro de que se la iban a hacer pasar mal. Friedenreich tenía clarísimo esto, por lo que intentaba pasar desapercibido untándose polvo de arroz y estirándose sus rizos. Pero, claro, al jugar y transpirar, el “maquillaje” iba desapareciendo, revelando así su verdadera identidad.

Pero por suerte para Neymar, Ronaldinho, Pelé y todos nosotros, su distinguida manera de jugar al fútbol fue más que el color de piel y la clase social. A base de goles y regates, llegó al equipo nacional en 1914, con el que fue campeón de la Copa América de 1919 y 1922, siendo la figura en ambas. No obstante, el presidente de Brasil, Epitácio Pessoa, ordenó que no se permitan negros en la Verde-amarela, excluyéndolo de la plantilla unos meses. Una vez más, la vida –o los canallas- le ponían una prueba de fuego, aunque ahora solo le tocaría esperar.

Sin él, las victorias y el buen juego de la canarinha se esfumaron. Los jugadores eran blancos como quería el máximo mandatario, sí, pero el que hacía ganar a estos era moreno y paulista, y ya no estaba. El distinto, el goleador y el encargado de llevarlos hacia el triunfo era Friedenreich. Fueron sus propios compañeros los que se lo hicieron saber a los dirigentes, que se vieron obligados a recular y permitir nuevamente el regreso del crack, acabando así para siempre con la exclusión de los futbolistas negros en Brasil. Era el comienzo de una nueva etapa.

Ya acentuado en la selección y en el deporte de alto rendimiento, sin tener que preocuparse por alisarse los rulos y aparentar ser blanco, se dedicó a cosechar goles. Fue 9 veces el máximo artillero del Campeonato Paulista y, se dice, nunca falló un penal.

Sus mejores momentos los vivió en Club Athletico Paulistano, aunque también se destacó en Santos, São Pablo y Flamengo, en donde finalmente se retiró tras 26 años de carrera.

Su padre se encargó de anotar cada una de sus anotaciones en una libreta que posteriormente pasó a las manos de su compañero de profesión Mario de Andrade. Lamentablemente, este jamás la dio a conocer, sembrando una duda eterna e impidiéndole poseer de manera oficial un posible récord: el de máximo goleador histórico del fútbol.

La cifra más conocida –aunque no deja de ser un rumor- marca que Arthur jugó 1329 partidos y anotó 1239 goles, quedando muy cerca de los 1284 de Pelé. Sin embargo, distintos medios aseguran que el “mulato de ojos verdes” acumuló 1354, superando así a su compatriota.

Sean los festejos que sean, lo que sí se sabe es que el ambidiestro delantero fue el primer rey del fútbol brasileño y el encargado de despejarle el camino a los genios que vinieron años después. Sin darse cuenta, le estaba dando la oportunidad a su país de disfrutar de genios como Pelé, Carlos Alberto, Jairzinho, Garrincha, Ronaldinho, Ronaldo, entre tantos otros.

Su sueño fue más fuerte que la escasez económica. Sus goles fueron más letales que el racismo. Y su leyenda va más allá de los números. Arthur Friedenreich, la leyenda brasileña de la que poco se habla, pero a la que todos le tenemos que agradecer.

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