El Comité Olímpico Internacional había decidido que Roma acogería la cuarta edición de los Juegos Olímpicos, que venía tropezando en los últimos años. Pero en esos momentos todo le salía mal a los organizadores: en abril de 1907 el volcán Monte Vesubio hizo erupción y obligó a Italia a gastar el dinero con el que prepararía el evento. La segunda opción del COI fue Londres, que celebraba en 1908 la Exposición Franco-Británica.

Pero, como dice la frase, “no hay mal que para bien no venga”. Y es que este cambio de sede a último momento terminó siendo fundamental para que la competición recuperara esa sensación positiva que tuvo en Atenas 1896, y volviera a encarrilarse tras desviarse fuertemente en San Luis 1904.
Por primera vez en su historia, los Juegos Olímpicos se presentaron con el famoso desfile de las naciones participantes. Lo hicieron ante las 68.000 personas que habían copado por completo el Estadio de White City, creado exclusivamente para este evento.

Pero en la apertura no fue todo color de rosas. El hecho de llevar una bandera y sentirse identificada con ella generó distintos conflictos entre algunos atletas y delegaciones, provocando la indignación y enojo de muchos.
En 1908, Finlandia aún pertenecía al Imperio Ruso. Por ende, los participantes finlandeses tenían que presentarse con la bandera rusa, algo que no les hacía mucha gracia que digamos. ¿Qué hicieron? No llevaron ninguna. Exactamente lo mismo hicieron los irlandeses, que evitaron llevar la bandera británica.
Más grave fue lo ocurrido con los suecos, que se enfurecieron una vez llegados al recinto y ver que los organizadores no habían colgado su bandera. Estos, directamente, decidieron no ser parte de la apertura. El abanderado estadounidense también se ausentó, aunque por otro motivo: no quería reverenciar al Rey Eduardo VII.
Entre los 2008 competidores (1971 hombres y 37 mujeres) había un tal Oscar Swahn, que tenía ¡60 años! Participó en la prueba de tiro y se quedó con la medalla de oro, siendo la persona más añeja en ser campeón olímpico.
También se encontraba entre ellos el famoso “hombre rana”, Ray Ewry, que una vez más volvería a ser el más destacado en salto en alto, llegando así a la impresionante cifra de 8 medallas doradas, primero en lograrlo.

Con el perdón del gran Carlos Salvador Bilardo, paso a contar la siguiente historia. La final de la lucha greco-romana de pesos medianos tuvo a dos suecos como finalistas: Mauritz Andersson y Frithiof Martensson. Este último había sufrido una lesión días antes de la lucha final, teniendo que abandonar y conformarse con la medalla plateada. Sin embargo, su compatriota pidió que la pelea se realice 24hs después para que Martensson pueda recuperarse y llegar a competir.
Gracias a la espera aceptada por Andersson, la final se realizó con ambos en igualdad de condiciones y el ganador fue Frithiof Martensson. El gesto fue más relevante que la final en sí.

Una vez más, al igual que San Luis 1904 (podes leer la crónica de esta), la maratón volvió a quedarse con lo más importante del evento. Y una vez más fue por su curiosidad.
Como ya se mencionó anteriormente, el abanderado estadounidense decidió no presentarse a la apertura. Esto no cayó para nada bien y fue el causante de una modificación en la prueba más llamativa del momento. Con el fin de “restaurar la monarquía”, la princesa Mary decidió que la carrera inicie bajo la ventana de la Guardería Real del castillo de Windsor y que finalice ante el Rey. De esta manera, la distancia pasaba a ser de 40 kilómetros a 42k.
Pero la carrera no fue atípica solo por ese cambio, sino también por su increíble desenlace. Al ingresar al estadio, el italiano Dorando Pietri, totalmente exhausto, se equivocó de dirección. Tras ser avisado, se dirigió hacia la meta, aunque el cuerpo no le dio más. Se cayó una y otra vez, teniendo que ser ayudado por unos oficiales presentes, que lo llevaron hasta el objetivo, haciéndolo ganar. Sin embargo, John Hayes, que había finalizado segundo, se quejó y Pietri fue descalificado.

Cuando la reina Alejandra se enteró que el italiano había sido descalificado, se encargó de regalarle una copa el honor a su gran esfuerzo. Como se diría hoy en día, Dorando Pietri fue “el campeón del pueblo”.
John Taylor se convirtió en el primer afroamericano en ganar una medalla dorada. Pero, tristemente, falleció apenas 4 meses después por causas naturales. El New York Times informó que había fallecido “el mejor corredor negro del mundo”.

Distintos participantes hicieron públicas sus quejas sobre los jueces, que eran todos de nacionalidad británica. Algunos se sintieron perjudicados y dijeron haber percibido un favoritismo de estos para con sus compatriotas. El COI tomó nota y determinó que en las próximas ediciones los jueces serían internacionales.
Los deportes presentes fueron:
- Atletismo, boxeo, ciclismo, fútbol, hockey, esgrima, gimnasia, lacrosse, lucha, natación, patinaje sobre hielo, polo, remo, waterpolo, vela, tiro, tenis, rugby y bote motorizado (única aparición).
El fútbol, que ya había estado en París 1900 como exhibición, fue considerado deporte olímpico por primera vez en su historia. Estuvo a cargo de la Football Association y el ganador fue Reino Unido, que venció a Dinamarca por 2-0 en la final. El encuentro que rompió el hielo fue el que enfrentó a Dinamarca contra Francia, finalizando con un apabullante 9-0 para los subcampeones posteriores. El danés Sophus Nielsen anotó ¡10 goles! en las semifinales, un récord que recién fue superado 93 años después.

Los países participantes fueron:
- Argentina, Alemania, Australasia, Austria, Bélgica, Bohemia, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Italia, Noruega, Países Bajos, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Suecia y Suiza.
Gran Bretaña fue la gran dominadora del medallero. Ganó 99 medallas más que el segundo:
- Gran Bretaña: 146 (56 oro – 51 plata – 39 bronce)
- Estados Unidos: 47 (23 oro – 12 plata- 12 bronce)
- Suecia: 25 (8 oro – 6 plata – 11 bronce)
El único participante argentino fue Héctor Tarromé, que se encontraba en Inglaterra por cuestiones laborales: era importador de té. Pero, además de eso, era un patinador de talla. Un año antes había sido el subcampeón del torneo británico de patinaje artístico, clasificándose así a los Juegos Olímpicos de Londres 1908. Al presentarse esta oportunidad, Tarromé no dudó ni un segundo y pidió representar a la bandera celeste y blanca, algo que finalmente pudo hacer. Finalizó séptimo, pero consiguió superar a Nicolai Panin, considerado el mejor patinador ruso de la historia.
En la ceremonia de clausura –primera vez que se realizaba– estuvo presente el barón Pierre de Coubertin, que dejó una frase que ya es historia: “Lo importante no es ganar, sino participar”.
La reivindicación del evento deportivo más importante del mundo. Dejó atrás el desastre de París 1900 y el papelón histórico de San Luis 1904. Esto no hubiese sido posible sin el apoyo recibido por la Exposición Franco-Británica, que lejos de complicarlos, los ayudó a triunfar.
Próximo JJ.OO: Estocolmo 1912.
